110) Las redes como aliado esencial para superar desafíos globales
Hay un consenso generalizado sobre las nocivas consecuencias socioeconómicas del cambio climático, los beneficios que supone la descarbonización y la electrificación de la demanda y la creciente necesidad de mix de generación descarbonizado y con una mayor penetración renovable. Sin embargo, pese a tener todo esto claro, lo que parece pasar desapercibido para muchos o incluso invisible es la necesidad de unas infraestructuras de red que condigan con nuestros objetivos y aspiraciones.
La mayor demanda de televisión a la carta o el estreno de la nueva temporada de la serie de moda en Netflix o HBO no tendrían sentido o cabida si existe una red de telecomunicaciones obsoleta que no haga posible su visionado o no al menos con la máxima calidad. ¿Qué sería de los cantantes de moda y de sus fans si no hay cobertura suficiente para escuchar en las diferentes plataformas de música sus últimos lanzamientos?
Aunque parezca una exageración o una simplificación de las implicaciones negativas de unas redes eléctricas insuficientes o anticuadas, sirve como símil de lo que puede ocurrir en el sector eléctrico.
¿De qué sirve que haya promotores dispuestos a invertir en renovables en nuestro país o que pretendamos electrificar la demanda si no tenemos unas redes eléctricas que lo permitan?
Las redes de transporte y distribución eléctricas son el núcleo del sector eléctrico, ya que conectan las centrales de generación con el consumidor final. En un principio estaban diseñadas para flujos de electricidad unidireccional, pero actualmente este concepto está cambiando por el aumento de generación renovable distribuida, y en la medida en que los clientes-productores pueden verter a la red sus excedentes de producción.
Durante los últimos años, el foco de la transición energética y los esfuerzos se ha puesto en el desarrollo de las instalaciones de producción de energía renovable, que cada vez tienen un peso mayor en el mix de generación. Sin embargo, la electrificación del consumo se ha dejado de lado, desaprovechando la oportunidad económica que supone.
Los últimos años han sido el despertar de las medidas de impulso a la electrificación de la demanda, sobre todo residencial, y este impulso debe ir en aumento. La pregunta que deberíamos hacernos es ¿cuándo tiene previsto el regulador impulsar la inversión en redes?, adicionalmente a las inversiones orientadas a modernizarlas, automatizarlas, digitalizarlas y adaptarlas a los nuevos agentes y sus necesidades.
Es el momento de que la red eléctrica responda a las nuevas necesidades de la demanda.
Por un lado, es necesario dar respuesta a una mayor capacidad de las redes derivada de la electrificación de procesos industriales, actualmente basados en combustibles fósiles, sustitución de calderas de gas por bombas de calor eléctricas, desarrollo de la red de recarga del transporte, nuevas fábricas de baterías y de paneles solares, electrolizadores para producción de hidrógeno verde, electrificación de puertos, integración de centros de datos, etc.
Por otro lado, la digitalización de las redes permitirá mejorar la eficiencia energética, desarrollar nuevos productos y servicios, crear modelos empresariales innovadores, aumentar la operabilidad de las redes, reducir los tiempos de resolución de averías, gestionar las puntas de carga del sistema o aumentar la resiliencia de las redes ante fenómenos climáticos extremos, entre otros aspectos.
Estas necesidades de inversión en redes han sido puestas sobre la mesa por la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE), que en su informe Electricity Grids and Secure Energy Transitions, alerta del riesgo de que no se pueda llevar a cabo la descarbonización de la economía y, por tanto, la transición energética, si no se mejoran y expanden las redes eléctricas. Estima que es necesario duplicar la inversión en redes eléctricas de aquí a 2040 para poder cumplir con los objetivos climáticos y así garantizar la seguridad de suministro.
Para que este nivel de inversión sea posible, la AIE recomienda abordar las barreras administrativas, optimizar la planificación a largo plazo, permitir inversiones anticipadas y mejorar la remuneración de las empresas. La AIE indica que una ratio normal de inversión en redes frente a nueva capacidad renovable instalada debería rondar los 0,7 M€/MW de aquí a 2030, sin embargo, según los datos del borrador del PNIEC 2023-2030, esta ratio se situaría en 0,45 M€/MW, un 35% más bajo.
En la misma línea, Kadri Simson (Comisaria europea de Energía) manifestó que “no es posible un futuro verde para Europa sin una red eléctrica mejorada”. Destacó, además, que la inversión en redes eléctricas potencia la oportunidad industrial y comercial para Europa.
Las redes eléctricas deben dejar de ser una barrera para las renovables y para la electrificación y convertirse en un poderoso potenciador hacia el futuro sostenible.
Asimismo, las asociaciones de renovables europeas como WindEurope, que aglutina las empresas desarrolladoras de proyectos de energía eólica, consideran crítica la inversión en redes eléctricas y manifiesta que no tiene sentido hacer más inversiones en renovables si éstas no van a llegar a los consumidores.
En resumen, si queremos una transición energética efectiva, los esfuerzos de los próximos años deben ir dirigidos a descarbonizar la demanda y a invertir en redes y aprovechar el potencial renovable que tenemos como país para atraer nueva industria, crear tejido industrial e impulsar el empleo y el crecimiento económico.
¿Qué hace falta para que la inversión en redes sea la óptima y sea eficiente?
Urge establecer y desarrollar los mecanismos adecuados que garanticen superar los retos a los que actualmente se enfrenta a la vez que incentiven la nueva inversión en modernización, automatización y digitalización de las redes con el objetivo de facilitar el desarrollo de una red eléctrica que sea capaz de atender las necesidades de conexión y de servicios de valor añadido de la nueva demanda eléctrica.
Las inversiones en redes se tienen que poder realizar de manera anticipada y verse reflejadas en una planificación más flexible que se adapte a las necesidades de los diferentes agentes y se traduzca en un proceso de tramitación ágil.
¿Qué medidas debería adoptar el regulador si quiere asegurarse que las empresas inviertan en redes y se asegure la transición energética de forma efectiva?
Revisión ágil de la planificación para que se pueda dar respuesta a las nuevas necesidades de conexión de la generación y del consumo. La red no puede ser el cuello de botella que frene la atracción de nueva demanda a nuestro sistema. Una actualización más ágil de la planificación evitará que esta quede obsoleta y no permita dar acceso o conexión a nuevos tipos de consumo. Es necesario disponer de una planificación que se revise periódicamente para que vaya por delante de las nuevas necesidades de conexión, así como un proceso de tramitación más ágil que contribuya a alcanzar los objetivos en materia de descarbonización establecidos.
Anticipar las inversiones que el sistema eléctrico va a necesitar, en lugar de ir atendiendo petición a petición de manera individual y a posteriori de haberse generado la necesidad. Tener que esperar a una próxima actualización de la planificación de la red implica genera incertidumbre y retraso de proyectos, llegando incluso en ocasiones a suponer la pérdida de subvenciones asociadas a la puesta en marcha de estos por la falta de conexión.
Eliminación del límite legal de las inversiones en las redes eléctricas. Existe un límite de inversión en las redes de transporte y distribución (0,13% del PIB) que restringe las inversiones que se necesitaría realizar para poder dar respuesta a todas las solicitudes de conexión de generación y demanda. Esta limitación en la inversión en redes confronta con la necesidad de inversiones masivas en descarbonización. Como ya hemos indicado, redes y renovables deben ir de la mano. Además, este límite está descompensado con los objetivos de política energética del PNIEC.
Establecer un marco retributivo que fomente la inversión y no la desaliente. Los sucesivos cambios normativos y recortes retributivos sufridos por las empresas han hecho que estas, especialmente los distribuidores, no tengan los incentivos adecuados para acometer las inversiones necesarias para llevar a cabo una transición energética efectiva. Es imprescindible actualizar la metodología de cálculo de retribución con el objetivo de que se reconozca el incremento de costes e inversiones debido al alza de la inflación. Asimismo, se necesita la revisión del cálculo de la tasa de retribución financiera ya que la actual no refleja el riesgo de la actividad en el actual contexto macroeconómico marcado por la subida de los tipos de interés. Por último, la CNMC no está reconcomiendo todos los costes e inversiones reguladas que las empresas distribuidoras declaran en sus auditorías y, por lo tanto, no se les está incluyendo en sus retribuciones. En resumen, el marco retributivo actual desalienta la inversión en redes y, por tanto, pone en riesgo la inversión necesaria realizar para poder dar respuesta a todas las solicitudes de conexión de generación y demanda.
Esta percepción de un marco retributivo desalentador de la inversión ha sido resaltada por el Santander Research en su informe Iberia: The Land Where the Networks Do Not Create Value, en el que afea al regulador español por el estrangulamiento de la rentabilidad de los operadores de red orientándola al coste de capital y, por tanto, por la ausencia de creación de valor de las inversiones de red. En concreto, la entidad destaca que el negocio de redes en España no supera la rentabilidad razonable establecida, ya sea por los sucesivos recortes como por la no incorporación de la inflación en la metodología de cálculo de la retribución.
No solo hay que parecerlo, sino también serlo
España es un país con un gran potencial renovable, tenemos una oportunidad única de atraer nueva industria gracias a nuestros recursos renovables que se traducirán en precios competitivos y nos hemos marcado ambiciosos objetivos de descarbonización y de generación renovable, pero todos estos objetivos y aspiraciones deben ir de la mano de esfuerzos reales por alcanzarlos, y para ello, el impulso a la inversión en redes es el nudo gordiano que hay que cortar.
Las redes tienen un papel vertebrador sobre el conjunto de la economía y sociedad jugando un rol principal en el desarrollo industrial de España además de en la consecución de los objetivos de transición energética a 2030. Aprovechar la oportunidad industrial derivada de la transición energética se trata de una decisión económica y estratégica, si no hay red y un acceso rápido a la misma, las nuevas inversiones que se esperan que se ejecuten en los próximos años se irán a otros países de nuestro entorno.
El actual PNIEC 2021-2030 establece un objetivo de electrificación a 2030 cuya senda está ahora mismo siendo incumplida. Se necesita un mayor compromiso para hacer posible que la demanda que se quiere conectar a la red para consumir energía renovable y descarbonizarse se pueda conectar de una manera ágil, simple y segura.
En resumen, no solo queramos la transición energética, sino intentemos conseguirla y para ellos es fundamental crear los incentivos necesarios para que la inversión fluya y las redes se acompasen a la demanda.
Este análisis lo ha realizado Unai Alaña Díaz de Guereñu, experto del sector eléctrico, con 28 años trabajando en el ámbito de la regulación energética íntegramente en el sector eléctrico.